ARTE POÉTICA
No hay duda que poetas y pintores siempre han sido legítimos señores
de fingir y mentir, más que otra gente, lo sé muy bien yodos mutuamente nos
pedios y damos este gran privilegio que gozamos. Mas no por eso se nos da
licencia de escribir y pintar sin congruencia, de suerte que se junten como
amigos dos animales entre sí enemigos, ose tengan cariño verdadero el tigre y
el cordero, las aves y serpientes. Suelen ser graves, altos y excelentes muchos
exordios, pero ¿en qué consiste? En que cualquier autor su exordio viste con un
bello remiendo o porción buena de alguna tela ajena.
Empieza a hurtar de gana: ya pinta el bosque y templo de Diana, ya el
inquieto arroyuelo que corre por el suelo, ya el Ródano, ya el Rhin, ya el arco
hermoso a quien llamaron iris o lluvioso. Todo eso ahorra no venía al caso, como si por pintare cruel fracaso de un
naufragante triste y afligido, un ciprés me pintaras muy erguido. Formar quiso
primero un cántaro de barro el alfarero, y en lugar de esta alhaja, torcido
el molde, sale una tinaja.
Tenga, pues, el poema ordenadas sus partes solo a un tema. También nos
engañamos muchos poetas creyendo que acertamos:
la brevedad procuro, y entonces el poema sale oscuro; quiere otro hablar
pulido y elegante, pero le falta el nervio y no es constante; habla el otro pomposo,
pero le hace su pompa fastidioso.
El que escribe atendiendo a los temores de rígidos censores, que
reparan el ápice y a tilde, nunca se eleva y siempre queda humilde.
El que quiere agradar con novedades forja mil falsedades, y pintará a
un delfín, si se le apura, de un bosque n
la espesura; y si más le apurares a un jabalí lo pintará en los mares.
Si al deseo de no errar falta artificio, eso mismo es errar, esculpa y
vicio.
Horacio, traducción de
Félix
María de Samaniego
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